lunes, 8 de septiembre de 2008

La mujer del árbol

Yo tengo una casa azul con detalles color verde y rosa.
No tenía techo para poder gozar en las noches del la danza de estrellas. En él me siento la persona más feliz del mundo junto al hombre que me ama. Llevo varios años aquí despertándome cada mañana con un abrazo del viento y la dulce melodía del mar. A mi casa llegan muchos árboles y animales a buscar la felicidad. Muchos llegaron a encontrarla excepto uno, el que se llevo toda la felicidad. Una noche de verano a mi casa llego un árbol, parecía ser el más hermoso de todos. Tenía grandes flores, un aroma delicioso y una presencia refrescante. Tanto mi hombre como yo nos encariñamos con ese árbol era nuestro consentido. El árbol yacía fuera de la casa en un lugar un poco lejano. El decía que sentirse muy solo y triste así que decidimos dejarlo entrar a la casa. Paso varios días dentro, gozaba de un magnifico lugar cerca de la cama. A las semanas las estrellas me susurraban que lo sacara de allí. No atendí al llamado de ellas por eso fueron cayendo una a una de tristeza. Toda mi vida llena de colores se convirtió en gris. En las noches ya no podía ver la danza de estrellas, en las mañanas me despertaba con el frio de la soledad y en mi cama una rama de árbol separaba mi cuerpo de mi hombre. Intente remover el árbol pero ya era demasiado tarde había destrozado mi casa y mi vida. Me marche junto al hombre que amaba. Al poco tiempo me entere que el árbol murió porque no tenía más casas que destrozar. El amor que nos teníamos mi hombre y yo pudo más que el veneno de una mujer disfrazada de árbol.

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Moraleja: “A matar las putas”


viernes, 5 de septiembre de 2008

La noche del 20

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Llevo esperando por este día veinte años. Veinte años de amargura y sufrimiento, de noches malas y frías mañanas. Lo peor de todo, soy inocente. Llevo veinte años en prisión simplemente por estar en el lugar equivocado en el momento equivocado. Ya soy un viejo al que nadie escucha pero les contaré mi historia para que la utilicen como prueba acerca de la “justicia” de este país. Todo sucedió el 20 de abril de 1980 eran las 8:30 de la noche y me dirigía al bar como todos los días para ver a mi chica. Era una hermosa mujer, alta, de cabellos dorados y una sonrisa que la iluminaba. Se llamaba Mercedes. Ella cantaba en el bar cada noche para mí aunque nadie lo supiese. Esa noche salí de mi casa un poco antes de lo acostumbrado porque quería darle una sorpresa; le pediría matrimonio. Mis amigos pensaban que era un tonto y que me estaba inventando una relación que jamás existiría. Nunca les hice caso y tal vez ese fue mi gran error. Me enamoré a lo advino, pues yo jamás cruce palabra con mercedes hasta ese día.

Llegue al bar, me senté en la mesa de siempre espere unos quince minutos y Mercedes no salía. Me levante, caminé directamente al camerino mismo que estaba custodiado por dos guarda espaldas. Les expliqué mi situación y mis desesperadas ganas por hablar con Mercedes. No me permitieron entrar, pero ellos no sabían mi As bajo la manga. Esperaría el cambio de turno que según yo, pasaría en unos 10 minutos eso me daría el tiempo suficiente para entrar al camerino. Esos minutos fueron eternos, pero al fin llegó permitiéndome entrar. Toqué el mango de la puerta y mis rodillas comenzaron a templar, pronto le propondría matrimonio a la mujer de mi vida. Entre muy silenciosamente con un ramo de lirios violetas que llevaban adentro su anillo. El camerino estaba a oscuras así que supuse que tal vez estaba tomando una siesta. Intenté hacer el menor ruido posible caminaba de puntas. Algo en el suelo logró que me tropezara. No pude reconocer que fue, pero luego de tocar cuidadosamente lo que se encontraba en el suelo me comencé a temer lo peor. Me incorporé rápidamente e intenté buscar alguna lámpara o algo que me brindara luz para ver con mis propios ojos lo que realmente no quería ver. Arroje varias cosas al suelo hasta que por fin logré encontrar una lámpara. Jamás podré olvidar aquello que vi. Mercedes estaba en el suelo llena de sangre, no tenía pulso y su cuerpo estaba tan frío que daba la impresión que llevaba horas así.

Me tiré sobre ella no podía creer lo que estaba viendo, intenté revivirla porque algo me decía que lo intentara. No quería quedarme sin ningún recuerdo de mercedes así que con mucho cuidado la desvestí y admiré su cuerpo detenidamente para jamás olvidar su dulzura, ni su delicadeza. La miraba y la miraba y por mi mente solo pasaba una sola idea “Mercedes será mía aunque su cuerpo este sin vida”. Me quité la ropa y logré un orgasmo, pero no cualquier orgasmo sino el mejor que había podido tener en 30 años. Me quedé sobre ella para sentir su cuerpo antes de irme, pero fue en ese preciso momento en el que me percaté que dentro de la boca de Mercedes había un papel el mismo decía: “Manuel, la maté solo para ti” – M.R. Mi amigo Miguel mató a mi Mercedes porque muerta era la única manera según él en la que ella estaría conmigo. En ese preciso momento llegó la policía y me imputaron 3 cargos de los cuales se me considero culpable cuando en realidad no lo era. Solo fui culpable de amar a Mercedes hasta después de muerta. Hoy saldré de la prisión, pero volveré aquí en una semana, pero esta vez siendo culpable porque hoy es el último día de Miguel en este mundo.

Razón cientifica para los cuernos


Un estudio realizado en Suecia demostró que la razón por las cuales los hombre son infieles no es porque todos son iguales sino por un gen. Este gen produce una hormona que se “libera” naturalmente a través del orgasmo. El gen culpable de nuestros dolores de cabeza se llama alelo 334 esta gestiona la vasopresina. No puedo creer que científicos se hayan tomando la molestia de buscar la verdadera razón para la infidelidad en lugar de buscar la cura al cáncer o al sida. De seguro estos científicos son hombres infieles que necesitaban una razón genética para continuar siendo infieles a sus esposas sin cargos de conciencia. Ahora cuando nuestros novios sean infieles nos dirán: “Mi amor, no lo hice porque yo quise es que es algo que no puedo controlar porque está en mi cuerpo”. ¡Qué cojones!

miércoles, 3 de septiembre de 2008

La espera

Es increíble todo lo que podemos observar mientras esperamos el pésimo transporte público de nuestro país. Estuve dos años viviendo en esta ciudad sin utilizar con frecuencia la A.M.A. Sin embargo no es hasta este momento que soy participante de este servicio de una manera más activa. Desde que comencé a utilizar con más frecuencia la transportación publica me eh dado cuenta todas las cosas que le suceden a ese grupo de personas que se encuentran allí parados y que cientos de veces ignoramos desde el interior de nuestro automóvil. Muchos creen que tomar guagua es cosa de “cafres” y de personas que están “mal económicamente” déjenme decirle que se equivocan que las personas que las utilizan son mucho más inteligentes que tú que tal vez tienes que gastar $$ en gasolina y ellos no porque las A.M.A. además de llevarte a cualquier lugar por un costo mínimo ahora son gratis. Gracias a los intentos del gobernador por no perder su puesto. Volviendo a lo importante debo destacar que las historias que se oyen en las guaguas o paradas son increíbles. Hace varios días atrás esperaba la guagua para ir de regreso a mi casa. En esta espera llega un anciano de unos 70 años, veterano de Vietnam, utilizaba una gorra de los juegos olímpicos de Sídney con varios “pines” ganados en batalla. Como cualquier anciano de su edad traía puesto una guayabera y sus pantaloncitos de vestir bien planchados. Cuando él llegó a la parada localizó a la persona que tal vez hablaría con él. Eligio una señora de unos 45 años con quizás poca educación pero con muchas ganas de hablar también. Con mucho afán hablaban de la trasportación, del gobierno, de cómo tuvo que salir de Sto. Domingo por un ataque que harían, etc. Lo más interesante de este señor es que mientras él hablaba con la mujer todos estaban en silencio escuchando atentamente sus aventuras junto a Balaguer. Aunque no soy simpatizante de este hombre por todo el daño que causo en esta vecina república me sentí orgullosa de poder escuchar todo lo que este hombre podía contarnos y como sus anécdotas concordaban a la perfección con la historia. De esa espera logre absorber información muy valiosa al igual que de otras esperas un poco más coloridas.
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“Si ves un centavo en el suelo recógelo;
te dará buena suerte todo el día”
-Un desquiciado