En ocasiones la mejor manera de sacar
las cosas del sistema es hablando. Sin embargo no soy tan buena con las
palabras, al contrario de lo que muchos puedan pensar.
Soy Marcela, apenas acabo de culminar mis
estudios en medicina. Aún no tengo hijos pero tengo una familia que me ama y lo
tengo a él. Bueno, la realidad es que ya no sé a quién tengo o no.
Son apenas las 7:00 am y no tengo la
valentía suficiente como para salir de aquí. Debo llevar al menos cuatro horas encerrada
en este asqueroso lugar. Intento recrear los hechos en un orden lógico pero se
me hace imposible.
Ya habíamos llegado a casa de mis
padres, él se quedaría conmigo sólo por esta noche. Hablamos de cosas insignificantes hasta que
el sueño nos ganó. No sé cuando tiempo habíamos dormido, pero no fue hasta que sentí
demasiado peso sobre mi cuerpo que me percate que ya no estaba soñando. Él intentaba
matarme.
El simple hecho de ver lo que me hacia me mataba
por dentro lentamente. Saque fuerzas de donde no las tenía y logré sacarlo
sobre mí. Desde ese momento se me hace imposible saber que paso en el orden
exacto. Él golpeo todo mi rostro una y
otra vez, sin importar mi llanto entre
los gritos que le pedían que me dejara. “Por
favor, déjame, ¿Qué tu me haces?, por favor” Suplique tantas veces… Pedí
ayuda pero nadie me escuchaba o no me querían escuchar.
Logré salir, corrí, me escondí y aún
no sé qué carajos debo hacer; aún está arriba y yo estoy escondida llorando e
intentando comprender que paso. ¿Qué paso? ¿Qué le hice? Cierro los ojos y
recuerdo su rostro lleno de ira
levantando su mano y otra vez para golpearme. Los golpes dejaron de ser golpes
para transformarse en odio, en resentimiento, en dudas…
No tengo un plan, pero pronto lo
tendré... por ahora sólo debo salir de aquí.