Les contaré la historia de cómo mi vida de estar llena de colores brillantes, se convirtió en una gris con grandes deseos de búsqueda….
Siempre eh pensado que tanto la imaginación como los sueños no tienen límites. Y estoy segura de que ustedes en algún momento también lo pensaron o aún lo piensan. Hace algunos días Jaime me pregunta: “Karla, ¿Tú crees que la imaginación no tiene límites?” Un tanto incomoda por el hecho de que, él me conoce y sabe lo que contestaré, le contesto: “Claro que no, la imaginación no tiene límites.” El utiliza esa sonrisa irónica que suele usar cuando sabe que tiene razón en algo y me dice: “¿aja?, Pues si no tiene límites, dime un color fuera de la paleta de colores.” Debo admitir que mi mente se fue en blanco, fue como unos de esos instantes donde sientes que la maquina que verifica los latidos te confirma que se detuvieron y necesitas electricidad para revivir. Pero, testaruda al fin comencé a intentar buscar una respuesta. “Quizás si mezclamos algo de aquí con algo de allá, nos dé algo.” Mi respuesta no lo convenció del todo, “Karla, no inventes. La imaginación también tiene sus límites.” Esa última línea daño por completo la felicidad que alguna vez encontré detrás de todo lo que imaginaba.
Desde ese día no puedo imaginar… aunque pensándolo bien, ignoren eso. No eh parado de intentar imaginar ese color que derrumbe esa maldita barrera que crea un límite en mi cabeza. Desde ahora, seré Karla “la niña científica” y entre mezclas de sueños, color, deseo, pasión y gigantescas tazas de café crearé un nuevo color. Y una vez lo encuentre también habré encontrado el nuevo color para la casa.
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