viernes, 20 de abril de 2012

No fue un sueño...


Hubiese pensado que todo fue un mal sueño, de no haber recibido esa llamada. Eran apenas las 6:00 am y escuche, ¿Estás bien?, me enteré ahora de lo que pasó. Lamento mucho su muerte. No pude reconocer la voz con facilidad, me dolía mucho la cabeza y aún no comprendía del todo que pasaba. En ese preciso momento mire mis pies. Aún tenía los zapatos puestos, estaban llenos de tierra; mis manos tenían moretones y mi ropa estaba rota con manchas de sangre. Me tomó unos instantes darme cuenta que no fue un mal sueño, sino una terrible realidad. Todo era un rompecabezas que no lograba unir por falta de piezas, pero la ansiedad y  un dolor intento en el pecho me obligaba a llamarla. Era hora de saber si estaba viva o no.

(Ring… ring….ring…) No contestó.  No me tome ni un minuto cuando me encontraba corriendo por toda la carretera. No quería escuchar nada, solo correr hasta donde ella estaba, sin embargo pude escuchar varias veces la gente decir “bendito, tan joven y tan loca”  Mi aspecto no era el mejor, pero definitivamente no estaba loca. Luego de caminar  por unos 20 minutos llegué. Un policía me intercepto en el portón, “Te estábamos esperando. Necesitamos que nos cuentes que pasó”.  No necesitaba buscar más, caí al suelo y comencé a llorar. Entre sollozos solo fui capaz de preguntar, ¿Ella está viva?

Jamás me contesto, me ayudo a levantarme y me llevó en su patrulla al hospital. “No pudo ser yo, quien hable contigo de lo que pasó. Vamos a que te atiendan y luego le cuentas a los policías que investigan el caso” Dejé que las enfermeras me cogieran e hicieran conmigo lo que quisieran. Yo no era capaz de sentir dolor, solo experimentaba rabia e impotencia. Luego de varios exámenes, llegó el momento que esperaba. “Cuéntame todo lo que pasó”  

Era tarde en la noche, siempre íbamos a esa farmacia a comprar cigarrillos. Esa vez recuerdo que le dije: “Miranda, no vayas ahí mejor vamos a comprarlos en otro sitio” ella sonrió y me dijo “acá están más baratos” Me despedí a la prisa de las demás chicas y caminé lo más rápido que pude para estar a su lado. La distancia de donde estábamos hasta la farmacia era bastante, por eso me tomó un tiempo alcanzarla. Cuando la alcancé, comenzamos a hablar de cosas irrelevantes, lo que queríamos era matar tiempo y llegar ya. Justo antes de llegar teníamos que pasar por un pequeño basurero muy oscuro. Jamás pensé que podía ser peligroso estaba tan cerca de la farmacia. Cuando pasamos por ahí un hombre alto, gordo, de tez morena, pelo largo y aspecto repugnante dio un salto y nos agarró por el brazo con fuerza. “¿A dónde van ustedes señoritas?” intentamos salir de sus manos pero era imposible nos agarraba fuerte. Gritamos, gritamos pero nadie nos escuchaba.

Él  tenía todo preparado. Nos amaró en lo que parecía unas camas y comenzó a tocarnos. Cada vez que se nos acercaba pasaba su lengua por nuestro cuello. Nos escupió la cara y nos decía que era hora de que nos comportáramos como lo que éramos. “Tú vas  a ser  la primera” señalándome. Grite lo más que pude, él rompía mi ropa mientras sujetaba mis piernas con sus muslos. No tenía idea de cómo podíamos escapar. Miranda le gritaba, lo insultaba, gritaba pidiendo ayuda pero  al parecer nadie nos escuchaba. Su miembro se endureció y quería ponerlo en mi boca.  Mientras forcejaba para que abriese mi boca, me apunto con una pistola. No quería morir. Abrí mi boca. Miranda continuaba gritando. Lo mordí. Él comenzó a gritar, Miranda continuaba gritando, logré soltarme. Busque a Miranda. “Veté. Yo intentaré salir como pueda, busca ayuda a nos matará a las dos”

No me quería ir, no quería dejarla ahí pero ella tenía razón, tenía que buscar ayuda.  Salí corriendo, apenas cuando pude voltear la cara pude ver cómo le pegaba. Busque ayuda, se los juro, la busque. Nadie me creía, ni siquiera ustedes. No sé como llegue a mi casa, no sé qué paso. Por favor, díganme como esta ella. (Se escucha una cortina de hospital rodarse) “Estoy bien, sabía que no me ibas a dejar”.

“Ella está bien. Muy delicada de salud,  los golpes que recibió le han causado mucho daño. La cajera de la farmacia donde fuiste a pedir ayuda, nos llamó  y nos confirmo que todo lo que decías era cierto. Ese hombre era su papá y ella sabía todo lo que les iba a pasar”  No me importaba lo que el oficial me decía, no podía parar de sonreír al saber que ella aún seguía con vida.

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